Con esta disposición
es con la que marchaba camino de Nacala (Mozambique), con la actitud de ir a
evangelizar con mis dones personales, anunciar la Buena Nueva, testificar la
alegría de sentirnos los elegidos de Dios y de compartir mi Fe con los
cristianos de Nacala, en un lugar donde la presencia de musulmanes es mayor.
Eso sí, con un respeto grande entre las dos religiones.
Ya en la Jornada
Mundial de la Juventud, que tuve la oportunidad de vivirla en Carapira junto a
todos los jóvenes de la Diócesis, se nos dijo: Que nuestro encuentro con el
Cristo resucitado, disipe las tinieblas del miedo y las dudas que paralicen.
Vivamos con autenticidad nuestro SER y HACER misionero, allí donde seamos
llamados por Dios.
De esta manera,
emprendía camino, de muchos kilómetros en avión, hasta Nacala. Con una maleta
llena de alegría, paciencia, comprensión, tensiones, nervios…entre tantos
materiales que llevaba: Globos, tizas, lápices de colores, balones, elástico,
comba… Un número de materiales físicos que siempre se queda corto por la escasez
de estos elementos que hay allí pero a los que le sustituyen los valores
cristianos que ahondan en sus corazones.
¿Cuál es el
servicio que se me encomienda? ¿En qué proyectos misioneros voy a estar
presente? Me siento orgullosa de haber conocido todos los proyectos que los
Laicos Misioneros Vicencianos llevan a cabo en la ciudad de Nacala. La mayor
parte de mi tiempo estuve acompañando en las clases de Educación Física a los
profesores de la escuela “Cristo es Vida”.
Una escuela que sigue el estilo de vida de San Vicente de Paúl y además en ella
misma, se cuenta con un proyecto dirigido a los niños discapacitados o aquellos
que tienen algún problema más grave a nivel familiar. Estos niños están
internos en el proyecto, pasan todo el día en la escuela, se les da de almorzar
y tan sólo duermen en casa. Desde el proyecto también se les hace un
seguimiento visitando las casas de los familiares.
Otro de los
proyectos en los que tuve la oportunidad de estar, fue en las escolinhas, pequeñas escuelitas situadas
en barrios. Escuelitas donde se les da a pequeños (nuestros infantiles) una
educación previa para después ir a la escuela de primaria. Una enseñanza
impartida debajo de un árbol, con las crianzas sentadas en la estera
(esterilla) y la pizarra apoyada sobre el árbol, una imagen conmovedora y
especial, para comparar con lo que tenemos nosotros hoy aquí.
También tuve la
oportunidad de preparar y organizar la Alfabetización para mayores en la misma
escuela “Cristo es Vida”; de conocer
el Predio de San Vicente de Paúl, un lugar donde se imparten cursos de
fontanería, donde hay biblioteca para los jóvenes que necesiten buscar algún
libro, cursos de informática e Inglés, una radio llamada Radio Watana que nos informa y nos tiene al
día de los informativos de la ciudad de Nacala y, aparte de conocer todos estos
proyectos de este lugar, aquí mismo pude desempeñar mis pocas habilidades de
pintura, de decoración y taller de pendientes, collares… A veces nos sentimos
tan pequeños para algunas actividades pero después nos damos cuenta que lo
mismo podemos servir para un roto que para un descosido.
Por último, otra de
las tareas encomendadas era mi unión, durante cerca de mis dos meses de
estancia, a la parroquia San Juan Bautista, donde participaba cada domingo de
la Eucaristía además de hacer visitas a las pequeñas capelas (capillas) donde se reunían las comunidades cristianas de
los barrios, celebrar junto a ellos la Palabra y compartir mi reflexión sobre
el Evangelio, algo que ellos esperaban con ansia, que la misionera tuviera su
momento de compartir. También en estas mismas capelas teníamos en distintos
días, encuentros con jóvenes de la parroquia. Siempre les llevaba organizado alguna dinámica,
lectura del Evangelio para a continuación compartir y terminábamos con algún
juego o canción para transmitir con alegría que en todo momento desde cualquier
parte del mundo nos sentimos unidos en Cristo. Traigo a la memoria estas dos
palabras que tanto se dicen en Mozambique ESTAMOS
JUNTOS.
La riqueza de
diferentes congregaciones religiosas, cada una trabajando en diferentes
proyectos y por supuesto dedicadas a la evangelización, es algo enriquecedor.
Como tantos sacerdotes, hermanas y laicos misioneros que dan su vida por los más
necesitados, los más pobres. Pero hay que seguir, que no se apague la antorcha
misionera.
Con estas letras he
querido responder a la pregunta que tanta gente te hace cuando vuelves ¿Qué has
hecho allí? De esta manera, aunque sea por un medio más frío, he intentado
compartir mi pequeña pero intensa experiencia de misión con vosotros y como
Laica Misionera Vicenciana, os animo a todos los que tenéis esta inquietud de
la misión, a dar el paso, ser valientes para tener una experiencia de misión ad-gente o ad-extra. Que miremos siempre con ojos de Fe y en clave positiva,
que a pesar de la pobreza que podamos ver, somos nosotros los que vamos a
entregar parte de nuestro tiempo a los más empobrecidos y que todo lo que
hagamos por pequeño que sea, allí será grande.
Un saludo desde mi
tierra, Cádiz
Cristina Santana
Gil, laica misionera vicenciana.
Miembro de Juventud Mariana Vicenciana (JMV) y del Secretariado diocesano de Misiones de Cádiz y Ceuta
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