“Para que numerosos jóvenes acojan la invitación del Señor a consagrar sus vidas al anuncio del Evangelio”.
COMENTARIO PASTORAL: Todos los cristianos estamos llamados a la santidad. Nuestras respuestas, sin embargo, son distintas. Hay quienes responden con una vida generosa dentro de la felicidad, cuidados y responsabilidades de la familia y el matrimonio. Los solteros, igualmente, responden a esa llamada a la santidad con su trabajo, dedicación y servicio. El Señor, finalmente, llama a otros a una vida religiosa y al servicio del prójimo.
“Dios me llamó y yo respondí.” Así se expresó, al reflejar en su vida, un compañero africano que había pensado dirigir su vida hacia una orden religiosa. Con el paso de los años, sin embargo, se dio cuenta de que era Dios quien había tomado la iniciativa y le había enseñado el camino a seguir. El simplemente había tomado el camino que Dios le señalaba. Cuando llegó el momento de elegir a los discípulos, el Evangelio nos dice: “Jesús eligió a los que Él quería, y ellos le siguieron.” Jesús no eligió precisamente a los más inteligentes, los más hábiles o los más virtuosos. Sencillamente, llamó a los que El quería. Por tanto, la llamada a la vida religiosa depende totalmente de lo que el Señor desea y quiere para cada persona en particular.
La vida religiosa, por tanto, es una forma particular de responder a la llamada a la santidad. El motivo principal de esa elección de la vida religiosa es la dedicación total al servicio de Dios. Para ello hay que promover y poseer una relación personal y comunitaria con Dios, lo cual supone una vida de oración. La vida comunitaria, asimismo, implica la cooperación de otros en la búsqueda del Reino de Dios. Tanto el grupo como cada individuo están envueltos en un proceso de conversión. Los escándalos ocurridos en las últimas décadas deben recordarnos sobre el potencial de los fallos humanos en la vida religiosa. A pesar de todo ello, la Iglesia sigue creyendo que el Señor seguirá llamando a hombres y mujeres a la vida de servicio en el entorno religioso y comunitario.
Es muy oportuno recordar la variedad de formas de vida religiosa a lo largo de la historia. Al comienzo, se manifestó sencillamente en la alternativa radical de la vida del desierto como alternativa de la vida de los cristianos en las ciudades. Muchas veces eran solamente pequeños grupos que brotaban en la sociedad de aquellos tiempos. También hubo momentos en los que la vida religiosa y monástica atraían a muchas personas. El número o cantidad de vocaciones no deben significar mucho. Las agrupaciones humanas tienden a salir y desaparecer. En cualquier forma, la vida religiosa es una manera de responder a la llamada del Señor, que se manifiesta en la vida de oración, comunidad y servicio a los más necesitados. Siempre atentos a la llamada del Espíritu y a los talentos de las personas llamadas, las comunidades religiosas se prestan al servicio de la Iglesia y del mundo y así contribuyen a predicar el Evangelio.
Nos unimos, por tanto, al Santo Padre y rezamos para sean muchos los hombres y mujeres que escuchen esa llamada del Señor invitándoles a dedicar sus vidas a la predicación del evangelio en la vida religiosa. Oremos, asimismo, para que todos esos jóvenes encuentren la ayuda y el consejo para discernir la llamada.
Oremos también por la renovación de la vida religiosa en los tiempos actuales: que las comunidades religiosas aprecien más y más su testimonio del Señor en la oración, vida comunitaria y servicio en el corazón de la Iglesia.
P. Brian Mac Cuarta SJ
Director del Archivo General de la Compañía de Jesús en Roma
Publicar un comentario