El
presidente internacional de Obras Misionales Pontificias (OMP) −que
viajó desde Roma invitado por OMP en España para asistir al encuentro de
responsables de la animación misionera−, reconoció una brecha entre el
magisterio eclesial sobre la misión y su puesta en práctica. Hacen falta
personas que "estén dispuestas a ser enviadas, para que continúe la
misión mesiánica de Cristo". La necesidad de un despertar de la vocación
misionera fue el hilo conductor de su mensaje.
Todas las diócesis españolas estuvieron representadas en el encuentro de responsables de la animación misionera en España, celebrado del 19 al 21 de mayo en Madrid con el tema "La vocación misionera ad gentes". Los directores diocesanos de OMP estuvieron acompañados por los cinco obispos miembros de la Comisión Episcopal de Misiones (su presidente, Braulio Rodríguez y los cuatro miembros: Francisco Pérez, Miguel Asurmendi, Ramón del Hoyo y Camilo Lorenzo); el presidente de OMP, Protase Rugambwa; el presidente nacional de OMP, Anastasio Gil; y como invitado, el presidente de OMP en Guinea Ecuatorial.
En su análisis sobre la situación actual de la misión, que el arzobispo Rugambwa desarrolló en una conferencia titulada "No hay misión sin misioneros", el presidente de OMP intentó presentar las causas por las que, a pesar de la "profunda reflexión" que el magisterio eclesial ha plasmado en los últimos 30 años sobre la urgencia de la evangelización, "las cuentas no dan resultados en términos de personas que dedican su vida a la obra de las misiones". Se refería concretamente a las "vocaciones específicas para la evangelización en otros países, culturas y religiones".
"Parece que el espíritu misionero, en esta fase en que con obviedad la Iglesia se reconoce por su naturaleza misionera, no encuentra ya respuestas radicales. Se contenta con navegar junto a la costa, más que dejarse llevar del viento del Espíritu hacia los confines del mundo y de la humanidad". Recordando lo que san Juan Pablo II afirmaba en su Encíclica "Redemptoris missio", que la misión "se halla todavía en los comienzos y debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio", monseñor Rugambwa dijo que la enunciación de este principio "parece caer en el vacío" y se mostró contundente al afirmar que "hay necesidad de personas, que respondiendo a la invitación de Cristo, y a las repetidas súplicas de la Iglesia, estén dispuestas a ser enviadas".
Esteban Aranaz, misionero "fidei donum" en China; y Cristina Castillo, misionera de Cristo Jesús en Filipinas, forman parte de esas personas generosas que han sabido comprometerse en serio con las necesidades de la Iglesia Universal. Ambos, han tenido una "nueva llamada" −como llamó la misonóloga Mª Jesús Hernando al regreso obligado por diversas circunstancias−, pero no han dejado de ser misioneros.
Ambos han abierto su mente y su corazón al salir de la iglesia local. Esteban ha sido testigo en primera persona del que definió el "acontecimiento más dramático" de la historia china, que para este misionero no ha sido tanto la persecución de los cristianos (con lo que eso significa), cuanto la creación de una "Oficina de Asuntos Religiosos" y de "la Asociación Patriótica", que ha dividido a la comunidad eclesial y a las familias, y nos ha hecho pensar en una división "entre buenos y malos", cuando la realidad es mucho más compleja".
Por su parte, Cristina aprendió "la amabilidad en el trato" de los indígenas con los que convivía en Filipinas; algo que le está sirviendo mucho en su nueva tarea en la pequeña comunidad de religiosas con las que vive en Javier (Navarra), que se ocupan de acoger a personas con inquietud misionera, que van a compartir con ellas unos días. En la misión, Cristina aprendió también que "ser minoría es una buena experiencia, porque no tienes poder y te sitúas en la vida de otra manera".
Si es verdad que "no hay misión sin misioneros", también lo es la necesidad de dar a conocer la misión. Así lo explicó el secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José Mª Gil Tamayo, que se refirió al tema misionero como un tema "atractivo" para la comunicación social, aunque afirmó que no se puede desintegrar de la visión total de la Iglesia. Gil Tamayo pidió diseñar una estrategia de comunicación capaz de crear una "cultura misionera", porque hoy hay necesidad de plantear historias que den sentido a la vida" y "la misión es una oferta de sentido".
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