OMPRESS-ROMA (31-10-13) Para que las Iglesias de América Latina, como fruto de la misión continental, envíen misioneros a otras Iglesias, es la intención misionera indicada por el Santo Padre para el mes de noviembre.
Unos días después de su elección, el Papa Francisco enviaba una carta a los obispos argentinos, reunidos en Asamblea plenaria, en el que les expresaba la importancia de “salir de nosotros mismos”.
Una Iglesia que no sale se enferma, decía el Papa:
“Les expreso un deseo: me gustaría que los trabajos de la Asamblea tengan como marco referencial el Documento de Aparecida y Navega mar adentro. Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos: misión programática y misión paradigmática. Que toda la pastoral sea en clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresia.
Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar «la dulce y confortadora alegría de evangelizar»”.
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